jueves, 18 de diciembre de 2008

Desde Rusia con amor

En la pasada reunión de Jefes de Estado Latinoamericanos, el Titular del Ejecutivo de Nicaragua les explicó a sus colegas lo relativo a la suspensión de la ayuda económica de parte de la Unión Europea y del Gobierno de los Estados Unidos, desde luego desde su particular visión un tanto paranoica. Ortega expresó que se trata de un “atentado” fraguado por el capitalismo salvaje internacional manejado por el imperialismo yankee.



Lo que no midió adecuadamente el aspirante a dictador es que la audiencia ante quien realizó estas declaraciones son los Jefes de Estado de los países más prósperos de América Latina, en donde para llegar a ocupar sus respectivos cargos, debieron demostrar fehacientemente que poseen una capacidad intelectual muy por encima del promedio, además de una preparación y experiencia que los habilita para manejar los destinos de una nación.


Aparte de que Ortega no cumple con este perfil, se equivocó garrafalmente al creer que estaba hablando a su portátil de CPC, quienes le aplauden efusivamente pues a duras penas leen de corrido, por lo tanto son firmes creyentes de la infalibilidad de su líder.


El Titular también obvió que estos mandatarios además, manejan información detallada y fehaciente sobre lo que realmente ocurre en Nicaragua, así que una vez más Ortega ha hecho el peor de los ridículos y de paso nos lleva en el saco a los nicaragüenses.


Para ninguno de estos mandatarios es un secreto que el verdadero atentado es el que ha recibido la democracia en Nicaragua de parte del orteguismo salvaje. Si en el caso de las elecciones municipales se tratara de un capricho de la oposición para desacreditar un proceso transparente, la comunidad internacional le hubiera otorgado el beneficio de la duda, aún haciéndose de la vista gorda con los desmanes de las turbas de pandilleros del orteguismo.


El problema, que todavía la pareja presidencial y sus esbirros no logran comprender, es que el fraude electoral que realizaron es lo más burdo que ha sucedido en los últimos cincuenta años. Lo que no queda claro es que si el afán de negarlo es un acto de estupidez, locura o cinismo.


Decía un cuento que un borracho se metió a una autopista contra la vía e inmediatamente pasaron una alerta por la radio avisando que un loco iba en la autopista en contra de la vía, a lo que el borracho replicó: ¿Un loco? Como diez mil. De la misma forma, el orteguismo parece que perdió la facultad de sumar, pues no sólo la Unión Europea y los Estados Unidos han mostrado su preocupación por el fraude electoral, sino que prácticamente la mayoría del pueblo nicaragüense y las instituciones que lo representan como la Iglesia Católica, las organizaciones de las empresas privadas, las organizaciones no gubernamentales, el periodismo serio.


Por esto, los Jefes de Estado de Latinoamérica se limitaron a mover disimuladamente la cabeza en señal de compasión, no tanto por él, sino por el pueblo de Nicaragua y ninguno se atrevió a decirle la verdad, pues equivaldría a que le dijeran a alguien que tiene mal aliento. Se necesita mucha confianza y entre ellos nadie la tiene, salvo tal vez Hugo Chávez pero a éste le conviene que exista algún bufón que disimule su actuación. Así que casi por la puerta de atrás, Daniel Ortega salió con su pocillo presuroso rumbo a Rusia. La ventaja de allá es que ni los líderes hablan español, ni el habla ruso, así que los traductores se darán gusto vacilándoselos a todos.




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