sábado, 16 de agosto de 2008

The devil wears Prada

De repente, el Diablo vuelve a estar de moda. A pesar de que la Iglesia Católica, de la misma forma que lo ha hecho con el Infierno, ha tratado de desterrar poco a poco la figura mítica del Angel Caído en cualquiera de sus representaciones, pues las dudas que acarrea son inmensamente mayores a las motivaciones para caminar por la senda del Bien, pareciera que en el mundo político la figura demoníaca está más vigente que nunca.

Desde la famosa ocasión en que el orate de Hugo Chávez, en plena Asamblea de las Naciones Unidas calificó de diablo a George Bush y le agregó salsa a su sketch diciendo que todavía olía a azufre en el recinto que jocosamente el Comandante Bolivariano había convertido en circo, el calificativo de diablo pareció haberse revivido en el mundo de la política, simplemente para descalificar a cualquiera que no esté de acuerdo con las ideas del emisor.

Aquí en Nicaragua, pareciera que aquella etiqueta tan oprobiosa de "contrarrevolucionario" tan temida en los años ochenta, ha sido sustituida por el calificativo de diablo, en virtud de que la primera ya no tiene significado alguno al haber caído la revolución en el Limbo, por lo tanto, el Gobierno de Reconciliación y Unidad ha inaugurado este término como su equivalente, aplicándose a todo aquel disidente del pensamiento ortegamurillístico.

En un discurso pronunciado por el Titular del Ejecutivo el pasado 12 de agosto ante los miembros de la campaña electoral del FSLN, se refirió al comentarista de televisión Arellano como "diablo gordo" porque echa a pelear a los nicaragüenses, así que el Pingüino de repente descendió a los avernos con todo y su pesada humanidad. Después de este intervención, digna de un chavalo de primaria, Ortega vaticinó que los diablos y las mentiras se verán nuevamente derrotados en las elecciones municipales.

El Vice Canciller Coronel Kautz, inspirado por su líder, calificó de "diabla" a la Embajadora de Suecia, Eva Zettenberg, invitándola a que se bañara con "agua bendita", al acusarla de injerencista, debido a que ella realizó algunos comentarios sobre la realidad nicaragüense, que según el régimen tienen más peso que la ayuda financiera que el gobierno sueco ha entregado generosamente al pueblo nicaragüense.

Así que este calificativo, que pudo haber sido hilarante, en boca de Hugo Chávez, por su condición de payaso, como pataleta de La Chilindrina en boca de Daniel Ortega, pero en la voz de Manuel Coronel, ya suena a muñeco de ventrílocuo.

Muchos nicaragüenses se preguntan, si estos calificativos son sólo un silbatazo de circo que anuncia una serie de payasadas por venir, en un Gobierno en donde el esoterismo parece estarse adueñando del alma gobernante y sus actos oficiales cada día parecen ser arrancados de los pasajes que sobre Melquiades escribió Gabriel García Márquez.

Sin embargo, mientras los diablos de Santo Domingo descansan de la traída y la dejada del Santo, los diablos que salen de la boca del Gobierno parecen no descansar.

Gloria Rubín, futura Ministra de la Mujer de Paraguay, valientemente repudió la programada presencia del Titular del Ejecutivo de Nicaragua en la toma de posesión del nuevo presidente paraguayo, por su condición de "violín", lo cual provocó que Ortega, como si hubiera olfateado el olor del agua bendita, se echara para atrás, provocando que Rosario Murillo saliera en su defensa con una historia que parece haber sido inspirada en la serie "Y dónde está el piloto". En su intervención la primera dama volvió a la carga declarando que para la época de elecciones se reviven fantasmas y diablos.

Así que el diablo ha vuelto a ponerse de moda, a veces vistiendo Prada y a veces bebiendo agua Perrier.




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