martes, 20 de octubre de 2009

E hubo fiesta

Dicen que en Nicaragua cualquier cosa pueda pasar y precisamente ahora estamos reconfirmando esta realidad. En la mayoría de los países democráticos, la Corte Suprema de Justicia está integrada por notables juristas, con una impresionante trayectoria en el campo del derecho, de una erudición impresionante y de una intachable honradez a toda prueba. No es sino hasta que estos atributos son ampliamente investigados por los otros órganos de gobierno, que se ratifica sus nombramientos y se convierten en los paladines de la justicia en sus respectivos países. En Nicaragua, resulta que cualquier abogado de cuarta categoría, no importa que sea un truhán, cuatrero o malandrín, con tal de que sea fiel al partido y siga órdenes sin chistar, puede llegar a ocupar el sitio que en otros lugares es uno se los más altos honores al que un jurista puede aspirar.

Como salido de una novela kafkiana, seis forajidos, valiéndose de las más sucias artimañas, lograron evacuar una apelación prefabricada para que la Sala Constitucional, formada por estos malhechores, resolviera que el Titular del Ejecutivo y 105 alcaldes puedan participar en las próximas elecciones a pesar de que la Constitución de la República lo prohíbe expresamente. No se necesita ser un erudito en materia de derecho constitucional, para ver que a todas luces esta jugarreta es una burla a nuestra carta magna, pues no hay argumento que pueda justificar pasar sobre lo que manda la Constitución. Mientras cientos de resoluciones duermen el sueño de los justos en la Corte Suprema de Justicia, esta payasada les tomó menos de dos días hábiles.

Este atropello al Estado de Derecho, es más grave que la destitución de Manuel Zelaya, en donde la comunidad internacional puso el grito al cielo y poco faltó para que le prendieran fuego a todo el país. La pregunta del millón de dólares es ahora, cuál va a ser la reacción de la comunidad internacional, la Organización de los Estados Americanos, el Gobierno de Barak Obama y demás, ante la vil agresión a la democracia, si todavía queda algo, en Nicaragua. Desde luego que los compinches de Ortega en el ALBA no sólo aplaudirán, sino que celebrarán con bombo y platillo la audacia de su secuaz.

En cualquier país del mundo, la actuación de este remedo de magistrados merecería sin discusión alguna, el cargo de traición a la patria, extensivo a las marionetas del Poder Electoral que siguen el juego. Generalmente, este tipo de personas, al igual que los asesinos sicópatas no sienten ningún remordimiento por sus crímenes, pero de alguna forma, pesará sobre sus conciencias el haber superado a los más grandes enemigos de la patria en toda su historia, pues ni siquiera los Somoza soñaron con llevar las cosas a este extremo.

Es natural que al 38% de nicaragüenses, autómatas por naturaleza se les ordene que es imperativo celebrar, demostrarle al mundo su regocijo y como decía predecesor: “E hubo fiesta”, sin embargo, para el 62% restante, el que a pesar de todo, todavía piensa, lo único que queda es guardar luto. Por el momento.






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