martes, 14 de julio de 2009

Y volver, volver, volver

Aparentemente el exceso de ansiolíticos que han sido administrados a Manuel Zelaya está empezando a nublar la conciencia el depuesto mandatario. No contento con demostrar de la manera más abierta que el dictadorzuelo Hugo Chávez ha escrito todo el guión de la actuación del desafortunado monigote bolivariano desde el primer día del golpe asestado a sus oscuras intenciones de perpetuarse en el poder, ayer le lanzó un ultimátum al régimen de Micheletti para que lo reinstale en el poder, de lo contrario tomará nuevas medidas. A todo esto, cuáles medidas ha tomado hasta la fecha el pobre Manuel, si todo el circo que se ha montado con su triste figura lo ha estado manejando el orate Chávez. Desde la desfachatez de dar una conferencia de prensa en pijamas, cuando ya se había comprado ropa, pero para el golpe de imagen sugerido por Chávez, si hubiera sido necesario lo hubiese desnudado ante las cámaras.

Las medidas que han obligado a ejecutar a Mel, han sido desesperadas y de antemano han sido actos fallidos, como el pretender aterrizar en Tegucigalpa en un avión militarizado y cargado de tropas de asalto fuertemente armadas. Las medidas que se originaron desde su viaje a Washington no pudieron salirle peor al grupo bolivariano, pues Clinton se sacó de la manga el diálogo y al nombrar a Oscar Arias para mediar en el mismo, dejó fuera a Ortega que ya aspiraba a un Premio Nobel y al mismo Chávez que se quedó chupando el dedo. Los millones de dólares que sirvieron para financiar las marchas y actos de protesta en Honduras ya se están agotando y los principales agitadores exportados por Ortega ya están siendo identificados por las fuerzas policiales hondureñas, así que ese frente se les está agotando.

Ahora, como sabe de previo que el diálogo lo único que haría es comprarle tiempo al gobierno de Micheletti mientras se preparan las elecciones, Zelaya no tiene más remedio que lanzar un ultimátum, que también de antemano sabe que la respuesta será, si bien le va, una pedorreta de parte del pueblo hondureño. Mientras tantos los estrategas bolivarianos se están devanando los sesos tratando de encontrarle una salida a ese nudo gordiano.

A Mel Zelaya no le quedan ya muchas opciones, a lo mejor lo que más le conviene es negociar una amnistía, olvidarse del proyecto bolivariano de reinar forever y se regrese a su finca a trabajar como Dios manda.


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