viernes, 13 de febrero de 2009

Hasta que el país aguante

Para aquellos a quienes la amnesia no los ha atacado de manera fulminante, recordarán cuando hace unos pocos años el Frente Sandinista jugaba su papel de oposición envuelto en un manto de pureza, el cual se rasgaba cuando descubrían un asomo de desvío de lo que para ellos debería ser la transparencia que debería resplandecer en el manejo de los fondos públicos. Los santos y puros representantes del sandinismo ponían el grito en el cielo y amparados en una inquebrantable fe de que los nicaragüenses padecen de amnesia y habrían olvidado lo que ellos habían hecho en los ochenta, reclamaban los más ejemplares castigos para todos aquellos funcionarios de los gobiernos “neoliberales” que osaban a cruzar la línea de una cristalina transparencia en la administración del erario público.

Ahora, que a pesar del repudio de una mayoría de la población, los sandinistas han regresado al poder, poco a poco han ido sacando las uñas. Con la complicidad de una Contraloría General de la República partidizada y con un cuello demasiado flexible, todos los funcionarios públicos parecieran seguir una consigna: Enriqueceos hasta que el país aguante. Al igual que en los ochenta succionaron la sangre del pueblo hasta que lo dejaron inerme y el perder entonces las elecciones del 90 fue una bendición para ellos, pues los gobiernos “neoliberales” se dedicaron a reconstruir las ruinas y a fortalecer la economía, catorce años después, consideraron que el país ya estaba “maduro” y de nuevo le cayeron.

Lo imperdonable, además del saqueo de los fondos públicos es la desvergüenza con que lo hacen. Ya ahora todas aquellas leyes que sacaban a diestra y siniestra para resguardar la hacienda pública, son ahora papel mojado que no logran detener la enorme ola de corrupción que se dejado venir hacia el pueblo nicaragüense como si fuera una avalancha al pie de una montaña.

La organización Transparencia Internacional en su último informe sobre el estado de la corrupción a nivel regional, situó a Nicaragua en el último lugar. Lo malo es que esta organización todavía no se daba cuenta de todo lo que transcurriría desde septiembre a la fecha en donde la voracidad de los sandinistas se ha acelerado.

Lo que antes mantenía ocupados a los seriamente limitados Contralores Colegiados, ahora los ocupa la lluvia de solicitudes de exclusión de procedimientos para que las instituciones gubernamentales puedan jugársela por la libre. La danza de los millones de los Somoza se ha quedado pálida a la par de la corrupción galopante de los sandinistas.

Pareciera que la meta de la pareja presidencial es aparecer en Forbes antes de que vuelvan a entregar el poder cuando el país esté en la lipidia. Ya compraron el Hotel Seminole, realizando un arreglo para que el “chigüín” mantenga el control accionario y que un prestanombres se encargue de dar la cara. El otro delfín, se dedica al bel canto, en donde el Estado gasta cerca de veinticinco mil dólares mensuales en pagar su preparación. También la pareja presidencial se está apoderando de la industria farmacéutica nacional, habiendo comprado casi todos los laboratorios nacionales para luego comerciar con la salud del pueblo.

Lo peor del caso, es que al igual que Somoza, los Ortega piensan que todavía le salen barato al país, comparado con todo lo que le dan a cambio.




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